Modelo de gobernanza permite a comunidades costeras de El Salvador aprovechar sus bosques salados de forma sostenible
Frente a la degradación de los manglares, el impacto de diferentes fenómenos climáticos y la extracción desmedida que amenazaron severamente a las poblaciones de cangrejo azul, las comunidades de Barra de Santiago se organizaron para manejar el manglar y lograron no solo la recuperación exitosa de la especie si no también mejorar sus medios de vida.
San Salvador, 26 de julio, 2020 (UICN). El Complejo Barra de Santiago posee la mayor extensión de manglares del occidente de El Salvador. En este humedal de importancia internacional, declarado sitio RAMSAR en 2014, las comunidades locales hacen uso del ecosistema de manglar bajo la figura de los Planes Locales de Aprovechamiento Sostenible (PLAS).
Los PLAS constituyen uno de los instrumentos de gobernanza local más importantes para la regulación del aprovechamiento de los recursos del manglar y para la vigilancia del cumplimiento de las normas establecidas por el Ministerio de Medio Ambiente (MARN) de El Salvador.
El proceso para establecer este mecanismo de gobernanza se remonta al año 2006, cuando los habitantes de Isla La Chácara tuvieron la iniciativa de regular el aprovechamiento de bienes del manglar, estableciendo pautas para el uso de los recursos de leña, madera y crustáceos, con énfasis en dos especies, el cangrejo azul y el punche.
A partir del éxito obtenido por las familias de La Chácara, quienes recuperaron las poblaciones del cangrejo azul y lograron el incremento de sus ingresos por la venta de esta especie, las comunidades vecinas decidieron organizarse para replicar este modelo de aprovechamiento. La clave era capturar aquellos especímenes con un ancho de caparazón de 6,5 a 7cm, debido al buen precio en el mercado local, incrementando sus ganancias.
Actualmente, estos grupos comunitarios, conocidos como PLAS, crecieron y conformaron la Asociación Probosque, que agrupa siete comunidades: Isla La Chácara, El Embarcadero, El Mango, El Ceibillo, Barra Centro, Los Limones y Costa Brava.
Bajo esta figura de asociatividad, estas comunidades organizan las acciones para la protección del manglar, entre las que se encuentran patrullajes diarios, establecimientos de periodos de veda, campañas de reforestación, mantenimientos de canales internos, campañas de recolección de desechos, cuotas familiares para la extracción de especies, patrullajes en periodos de “corrida de cangrejos” (cuando la hembra sale de la cueva a depositar los huevos al estero o al mar), e incluso labores de reubicación de especies, después de eventos climáticos extremos.
Desde 2018, la Asociación Probosque cuenta con el apoyo del Proyecto Regional de Biodiversidad Costera para el fortalecimiento de sus medios de vida, a través de la generación de alternativas productivas basadas en el biocomercio, como la producción de miel de manglar.
La incursión en la apicultura les ha permitido diversificar sus fuentes de ingresos, durante los periodos de veda de cangrejo azul. El particular sabor de esta miel, entre dulce y salado, ha sido bien recibido y actualmente el producto cuenta con una importante demanda en el mercado local.
Estos emprendimientos de apicultura benefician a 50 familias costeras, que han encontrado en esta actividad una alternativa para la generación de empleo e ingresos.
“Cuando iniciamos no sabíamos nada de abejas, teníamos miedo, solo vivíamos del cangrejo, esperábamos hasta seis meses para tener ganancias. Este proyecto ha sido bendición, cambiamos nuestro pensamiento, ya no solo pensamos en extraer cangrejo sino en otro oficio que es la apicultura”, dice José Francisco Pineda, apicultor e integrante del grupo PLAS de Costa Brava.
Con este tipo de alternativas productivas se procura reducir la presión sobre los recursos del manglar y generar nuevas prácticas en la gestión de los bosques salados.
El Proyecto Regional de Biodiversidad Costera, iniciativa liderada por la UICN, en consorcio con Goal y cuatro socios locales, miembros de UICN, trabaja por la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad de ecosistemas marino-costeros en Centroamérica, mediante el desarrollo de iniciativas productivas de valor que propician el arraigo y fortalecen la capacidad de auto-gestión local, y se ejecuta gracias a la cooperación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Más información: Evelyn Vargas Carmona, [email protected]