30x30x3: Incluir a los ecosistemas de agua dulce en la agenda de la conservación.
A pocos días de terminado el Congreso Mundial de la Naturaleza, una de las tareas pendientes es reconocer específicamente la importancia de la conservación, restauración y gestión sostenible de los ecosistemas de agua dulce.
Ecuador, 24 de septiembre de 2021 (UICN). Las cifras que reflejan el deterioro de los ecosistemas de agua dulce son alarmantes. En el Informe Los Peces Olvidados del Mundo (https://www.iucn.org/es/news/america-del-sur/202103/la-crisis-de-los-peces-de-agua-dulce), se advierte que un tercio de las especies de agua dulce se enfrentan a la extinción, declinando a una tasa dos veces mayor que las especies marinas o terrestres (Hughes et al, 2021). Asimismo, los ecosistemas de agua dulce están desapareciendo tres veces más rápido que los bosques (Tickner et al, 2020). Las causas son conocidas: la destrucción de hábitats, la perdida de conectividad, la sobreexplotación del agua como recurso y su contaminación, la minería insostenible de áridos y los efectos del cambio climático. Adicionalmente, los peces de agua dulce también están en riesgo por la sobre pesca, la introducción de especies invasoras y el tráfico de vida silvestre.
“Existe una brecha importante entre el manejo del agua y la gestión de los ecosistemas de agua dulce” dijo James Dalton, director del Programa Global de Agua de la UICN durante el evento de conmemoración de los 10 años de implementación del proyecto “Construyendo Diálogos para una Mejor Gobernanza del Agua”, (BRIDGE por sus siglas en inglés), el cual promueve la buena gobernanza y cooperación entre países para la gestión de aguas transfronterizas en tres regiones del planeta: América Latina, Asia y África.
Y es que a pesar de que los ecosistemas de agua dulce contribuyen a más de 75 indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en los planes de manejo se los siguen comprendiendo únicamente como un “recurso hídrico”. No son considerados como ecosistemas: con una biodiversidad y dinámicas que le son propias y que requieren medidas de conservación particulares para garantizar la provisión de una gama de servicios ecosistémicos como agua, pesca, navegación, hábitat, entre otros. Los ríos y otros ecosistemas de agua dulce son claves en la adaptación al cambio climático, porque garantizan la seguridad hídrica, apoyan a la seguridad alimentaria y producción de energía baja en carbono. Su adecuado manejo del caudal ecológico, así como del proceso morfodinámico y temporalidad de los ríos podría mitigar el impacto de fenómenos como inundaciones y sequias.
Las medidas de conservación basadas en zonificaciones y restricción de actividades en áreas determinadas parecen insuficientes para la gestión de los ecosistemas de agua dulce, particularmente los ríos. En general, las áreas protegidas y otras medidas de conservación basadas en área, se ubican en la cabecera de las cuencas hidrográficas y en zonas marino-costeras, olvidando el atributo de conectividad de los ríos: estos conectan el paisaje de manera longitudinal, en toda el área de drenaje, ya que llevan consigo los impactos de las actividades y usos de suelo que suceden desde la cumbre hasta el coral; pero también se conectan de manera latitudinal, reponiendo sedimentos que hacen fértiles las llanuras de inundación; y de manera vertical al recargar los mantos acuíferos que luego también les sirven para sostener sus flujos de base. En este sentido, la falta de conservación de los ríos podría afectar negativamente a los objetivos de conservación de estos territorios; por ejemplo, cuando un río contaminado, o con un caudal ecológico alterado debido a una represa, ingresa un área protegida en la parte media o baja de la cuenca. Los ecosistemas de agua dulce y, los ríos en especial, plantean la necesidad de un mosaico de medidas de protección para estos ecosistemas a lo largo de todos sus tramos.
Afortunadamente, existe una propuesta de solución. El Plan de Emergencia para Recuperar la Biodiversidad de Agua Dulce ofrece seis medidas urgentes y específicas que permitirían detener la perdida de estos ecosistemas, su biodiversidad y la innumerable cantidad de servicios que nos ofrecen.
Estas son:
- Acelerar la implementación de caudales ecológicos
- Mejorar la calidad del agua para sostener la vida acuática
- Proteger y restaurar hábitats críticos para la biodiversidad
- Uso sostenible de recursos hidrobiológicos, áridos y minerales
- Prevenir y controlar las especies exóticas invasoras
- Proteger y restaurar la conectividad fluvial
Es urgente agregar el reconocimiento explícito y metas de protección específicas para los ecosistemas de agua dulce en el marco de la conservación de la biodiversidad post 2020. Así, con el lema “30x30x3” se busca proteger el 30% de la tierra, los océanos y el agua dulce para el 2030.
Ahora bien, si las causas y las posibles soluciones ya están disponibles, resta preguntar ¿Qué acciones concretas hacen falta para incorporar a los ecosistemas de agua dulce en la agenda de la conservación?