Artículo | 25 Sep, 2020

San Juan de Nepomuceno: el municipio verde se encamina al emprendimiento rural

El ‘pulmón de los Montes de María’, así se conoce a San Juan de Nepomuceno, un Municipio ubicado en el centro del departamento de Bolívar, aproximadamente a una hora y media de Cartagena (Colombia). Título que se ha ganado gracias a la gran variedad de flora y fauna que existe en alrededor de mil hectáreas de bosque.

Colombia, 25 de septiembre, 2020 (UICN). La mayor parte de la población se dedica a la agricultura y ganadería, tradicionalmente conocidos por priorizar acciones vinculadas a la conservación de la biodiversidad. De generación en generación, se han transmitido valores ambientales. Por eso, la comunidad ha mantenido, a lo largo de los años, políticas locales para cuidar el bosque seco tropical que se encuentra próximo al casco urbano.

En los años 1960’ y 1970’, el Municipio realizó esfuerzos por definir zonas de reserva, con mojones de hormigón para delimitar el área. Hace más de 40 años, se creó el “Santuario de Flora y Fauna Los Colorados”. En su interior se encuentran especies en peligro de extinción y especies migratorias que llegan tanto de Estados Unidos, al norte, como de Argentina, al sur.

En ese entonces, lo que hoy son áreas protegidas eran consideradas como reservas de madera para las próximas generaciones. Los conceptos han variado con el paso del tiempo; no obstante, esa base facilitó el trabajo de las organizaciones y socios estratégicos del Proyecto de Áreas Protegidas Locales” (APL), iniciativa cuyo objetivo es apoyar a los gobiernos locales para la conservación de la biodiversidad, a través de la gestión efectiva de las áreas protegidas y de otras medidas de conservación basadas en áreas.

La conservación: objetivo común para reconstruir el tejido social

San Juan de Nepomuceno fue una de las zonas más afectadas por la violencia en Colombia, que desencadenó una marcada migración campesina. Durante los momentos más duros, las escuelas cerraron y la institucionalidad estatal prácticamente tuvo que abandonar el territorio.  Sin embargo, el Santuario de Flora y Fauna “Los Colorados” permaneció, jugando un rol muy importante al ganarse la confianza de la población como un espacio de cohesión social y de sostenibilidad de medios de vida, a través de la conservación del área protegida local.

En los últimos años, y después de la firma del acuerdo de paz en el 2016, se ha visibilizado un fenómeno postconflicto de retorno paulatino a la zona rural.

“Hemos intentado reconstruir todo el tejido social que se perdió durante los años de violencia en la zona”, Cristal Ange, directora ejecutiva de la Fundación Herencia Ambiental Caribe.

El resquebrajamiento social fue uno de los retos que quiso abordar el proyecto APL en este sitio en particular, por lo que ejecutó un proceso de formación medioambiental y de interconectividad entre vecinos, con el fin de mejorar la gobernanza y gobernabilidad del territorio.

En la actualidad, el proyecto ha logrado incorporar más de 150 fincas privadas a las 3.672 hectáreas del corredor de conservación, asociado al Santuario “Los Colorados”. Con ello, ha aumentado la conectividad ecosistémica del territorio en un 33% y se ha logrado establecer buenas prácticas de producción agropecuaria con resultados positivos visibles en un tiempo record de 2 años. Entre otros beneficios, se logró integrar una dieta variada en la comunidad y, a su vez, mejorar las condiciones socio - económicas de las familias campesinas, víctimas del conflicto armado, al diversificar su producción.

En este proceso, el sistema de áreas protegidas promovido por el municipio fue un gran aporte para la creación de espacios de diálogo con actores sociales a nivel local. El objetivo principal fue coordinar soluciones para la conservación del medio ambiente y la construcción de una red social con flujos de cooperación horizontal.  Esto ha permitido que los “socios” establezcan la política de conservación como un objetivo común por el bien del Municipio de San Juan de Nepomuceno.

Dentro de esta red, el proyecto APL ha sido primordial para articular y sistematizar las políticas públicas y aterrizarlas en territorio mediante la socialización y el apoyo técnico. Entre ellas se puede mencionar: la planificación predial para determinar las zonas protegidas; la introducción de prácticas de producción sostenible; la extensión de incentivos económicos de conservación a las comunidades; la creación de biocorredores; y el fortalecimiento de capacidades.

Iniciar desde la cultura local

“Fue fundamental comprender esa importancia ambiental desde la perspectiva de los actores locales”, asegura Cristal. De allí que el proyecto se centró en combinar los conocimientos ancestrales con los conocimientos técnico-científicos para fortalecer las capacidades de los gobiernos locales como actores legítimos y de vital importancia en el manejo de áreas protegidas.

“Construir una visión conjunta y generar confianza permite un verdadero apersonamiento de los actores locales. Todos sentimos que ganamos al ser parte de esta iniciativa”, Cristal Ange.

Por ello, conocer los intereses locales fue la pauta con la que se inició el trabajo en la localidad de San Juan de Nepomuceno para construir, conjuntamente, una forma de vida que mejore el entorno natural, tanto para la fauna y flora, como para las más de 150 familias. Los pilares con los que el proyecto se acercó a los habitantes fueron conservación, producción sostenible y la gobernanza del territorio.

Dentro de la producción sostenible, la directora ejecutiva de la Fundación Herencia Ambiental Caribe señala que, en un inicio, el proyecto intentó conocer cómo se alimentaban las personas de San Juan de Nepomuceno porque “pueden existir formas de producir alimentos de una manera sostenible, pero si son ajenas a la comunidad, difícilmente va a llegar a ser parte de su cultura”. Con base en esta investigación, se identificaron los tipos de sistemas de producción sostenible que estaban alineados a sus tradiciones. Esto estuvo acompañado de una metodología práctica.

Se trabajó en técnicas de siembra que maximizan el uso del agua (recurso bastante limitado en esta región) y técnicas agro-forestales que mantienen la riqueza natural de los suelos, así como nuevas actividades relacionadas a la apicultura y la siembra de hortalizas.

“Este trabajo hizo evidente los beneficios del área protegida local y lo que garantizará que la iniciativa continúe es que los vecinos sigan percibiendo estos aportes de manera tangible”, Cristal Ange.

En esa línea, las compensaciones económicas como el descuento predial del Municipio o los pagos y donaciones por servicios ambientales por parte del sector privado, fueron y siguen siendo un factor esencial. Sobre todo, cuando las prestaciones se traducen en inversiones para el mejoramiento de sus sistemas productivos sostenibles ya establecidos.

Fortalecimiento del emprendimiento rural

Una última etapa que inició con las familias que han hecho parte del corredor, es el fortalecimiento del emprendimiento rural. Para ello, se están generando relaciones comerciales con empresas exportadoras de alimentos agrícolas y restaurantes a nivel nacional. Asimismo, se ha trabajado con las organizaciones productivas locales en temas de mecanismos financieros con la expectativa de que, en un futuro, sean autosustentables. Este componente de comercialización es un elemento estratégico para el empoderamiento de los jóvenes y las mujeres de las familias campesinas.

Según Cristal, este sería el plan de salida como organización socia del proyecto APL, sin embargo – insiste – en que eso no significa que la iniciativa se acabe, ya que tanto el municipio, como las comunidades y demás organizaciones locales seguirán teniendo un papel importante en mantener los corredores de conservación.

“Cuando todos ponemos nuestro granito de arena, se pueden lograr grandes impactos”, Cristal Ange.

El proyecto APL es implementado por la Cooperación Técnica Alemana (GIZ), en asociación con ICLEI-Gobiernos Locales por la Sostenibilidad (ICLEI por sus siglas en inglés) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), junto a los Ministerios de Medio Ambiente de Brasil, Colombia, Ecuador y Perú.